Nihon no bōken 3: Kamakura y Yokohama

Sábado 13 de mayo. Enrique y yo nos levantamos temprano de nuevo y salimos a correr por la orilla del río Sumida. En cierto punto nos separamos y yo continúo mi camino hacia la Tokyo Skytree. La visito solo por fuera, aunque lo quise, no pude ascender al mirador.

Regresamos a desayunar y como grupo nos encaminamos ahora hacia Kamakura.

Santuario Tsurugaoka Hachiman-gū y Templo Kōtoku-in

Kamakura es una ciudad costera rodeada de montañas. Tsurugaoka Hachiman-gū es un santuario que se eleva a la falda de una de estas montañas enclavado entre una densa vegetación. El santuario es muy parecido a los anteriores, se repiten los mismos «rituales de la suerte» que para mi comienzan a ser algo cansados. La vista, sin embargo, es espectacular, se respira un aire limpio y el contacto con la naturaleza esta presente. Las aves se acercan con mínimo miedo a la presencia humana.

Depués nos dirigimos al templo budista de Kōtoku-in, que alberga un buda gigante de bronce. La imagen se completó en 1252 y se por un costado se puede entrar a sus estrechas entrañas para atestiguar la ingeniosa labor que implicó manipular los pesadas piezas de bronce que lo componen. Como nuestros Indios Verdes, la estatua, en medio de este clima tan húmedo, tiene ese color verde característico.

Regresamos caminando hacia la estación de Kamakura para irnos a Yokohama.

Chinatown y el Gundam gigante

Yokohama es una ciudad densamente habitada. Llegamos directo a su barrio chino en busca de comida. Para ese momento el trío recurrente del viaje somos Enrique y yo, pero también Eduardo. Como él tiene 23 y nosotros más grandes, nos gusta bromear diciendo que somos una familia de dos papás con su hijo. Eduardo es un GPS humano, tiene un afinado sentido de la ubicación y una brújula que constantemente nos saca de apuros. A pesar de su corta edad, investiga y nos propone visitar lugares interesantes.

Ese día vivimos una experiencia extraña. Nos adentramos al Chinatown siguiendo una recomendación de Google para un lugar de buenos fideos. Damos con un extraño restaurante donde nos atiende una mujer china que al principio parece un poco ruda y con la que no logramos darnos entender. En el lugar otra mesa esta ocupada con comensales chinos. Pedimos unos fideos que están sabrosos y se ven toscos, completamente hechos a mano. Unas brochetas algo picosas y cerveza. La mujer china nos sirve de cortesía vasos de agua ligeramente saborizada con algún tipo de té. Cuando Enrique le pide más agua, le llena su vaso y nos ofrece también a nosotros quienes declinamos la oferta. Acto seguido y cual madre de hogar, dice unas palabras como molesta (me la imagino diciendo algo como «Ah, ¿cómo de que no?) y nos rellena los vasos. No nos queda más que beberlos. Luego nos hace señas de que si no queremos salir a fumar. Es tosca, lo que genera la impresión de estar malumorada, pero nada más lejos de la verdad. En momentos bromea, aunque no sabemos qué nos dice. Salimos satisfechos dando las gracias y concluyendo que ha sido una buena experiencia.

Salimos apresurados para intentar unirnos al resto del grupo que está entusiasmado por visitar la Gundam Factory Yokohama un punto de atracción por su monumental robot de 18 metros que se presentó en 2020.

El robot es impresionante, aunque resulta lento y torpe. Aún así me parece que será un precedente de lo que nos espera en el futuro. No dudo que dentro de poco pueda hacer más que solo desacoplarse unos metros de su base y mover los brazos y agacharse. Sería increíble verlo caminar mucho más autónomo. El boleto de entrada va desde los 1700 hasta los 3300 yenes (220 a 450 pesos). El más barato te permite admirar el espectáculo, que dura algo así como 10 o 15 minutos, desde unas gradas frente a la plataforma. El más caro te permite estar en la plataforma en la parte de arriba.

Como nosotros llegamos tarde y no quisimos esperar la función hasta la siguiente hora, decidimos ver todo desde fuera, lo cual tampoco resulta mala opción y es gratis.

Llegó la hora de regresar al hotel en Tokio. Como dije en la anterior entrada, volvimos a meternos al Onsen.

El dia siguiente, domingo 14 de mayo, como ya era costumbre, Enrique y yo volvimos a salir a correr a la orilla del río Sumida. Lo llevé a tomarse fotos a la Tokyo Skytree. En el camino nos encontramos con el Santuario Ushijima y nos tomamos unas fotos muy chidas.

Regresamos a desayunar y hacer check-out. Había llegado el momento de movernos a Kioto en el Shinkansen.