Zima Blue, divagaciones sobre el propósito de la existencia

Algunas personas lo entienden. La mayoría nunca lo hará. Pero, eso es arte.

Alastair Reynolds

Hace algunos meses, como parte de mi curso de estética filosófica, vimos Zima Blue, un episodio de escasos 10 minutos de la primer temporada de la serie Love, Death & Robots de Netflix (En español tradujeron el episodio como Piezas Únicas).

El episodio nos cuenta la historia de un artista llamado Zima Blue poco antes de preparar su última obra. Se nos cuentan sus inicios, de como dejó de pintar al humano por considerarlo inrrelevante y como poco a poco se obsesionó con los cuadros de un tipo particular de azul. Pronto dio paso a cuadros azules con extensiones kilométricas, luego cuadros que alcanzaban la estratósfera, planetas enteros pintados de azul e incluso todo un cinturón de asteroides. Buscaba en el arte el propósito de la vida. Su búsqueda lo lleva a modificar su cuerpo para poder explorar los confines del universo sin necesidad de un traje u oxígeno. Entonces, en lo que se convierte en el plot twist del episodio, Zima Blue confiesa que es en realidad un robot.

Su origen se remota hace muchos años atrás en California, donde una brillante joven inventora construyó un robot para limpiar su piscina frotando las paredes de cerámica. Gradualmente le hizo mejoras: un sistema de visión a color, una CPU para procesar los datos visuales de su entorno, un algoritmo para tomar sus propias decisiones y desarrollar sus propias estrategias para limpiar su piscina hasta que, finalmente, el robot alcanzó la conciencia. La inventora murió y los sucesivos dueños del robot le fueron agregando mejoras que lo volvieron más «vivo», más humano, hasta que aparentemente olvidó su pasado, su naturaleza primaria.

En su búsqueda de la verdad, Zima Blue se topó con aquella vieja piscina que, en palabras de Zima, «significaba más para él de lo que nadie jamás haya conocido». Aunque le fue difícil admitir la verdad, el descubrimiento le brinda a Zima una respuesta a lo que había buscado: el sentido de su existencia. Frente a una multitud abarrotada en un recinto, Zima aparece frente a la misma piscina que le vio nacer. Él mismo se ha dedicado a recuperar todas las piezas. Por cierto, «Zima Blue» no es otra cosa que, el nombre comercial del tono azul de los azulejos de cerámica de la piscina.

Tras un clavado, Zima se sumerge en la piscina. Mientras nada, apaga poco a poco sus funciones cerebrales superiores, eyecta cada una de sus extremidades y desmonta completamente su cuerpo ante una sorprendida multitud. Entre los restos, emerge el antiguo robot, la máquina fregadora original que lo transporta a sus humildes comienzos. El robot regresa a tallar los azulejos mientras que la voz de Zima, en la narración de fondo, explica que de esta manera volverá a extraer «el placer simple de completar una tarea bien hecha». Su búsqueda de la verdad ha terminado.

¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?

Al finalizar el episodio, hablamos en la clase sobre el arte y sobre la interpretación que le podíamos dar a aquel episodio. La intersección entre el arte y la búsqueda de un sentido a nuestra existencia se aborda con frecuencia por los artistas. Un ejemplo sobresaliente, como dice este video, es el cuadro del artista francés Paul Gauguin titulado «D’où venons nous? Que sommes nous? Où allons nous?«, donde vemos un paisaje tropical lleno de mujeres y niños tahitianos cargado de diversos simbolismos.

Para mí, el episodio de Zima Blue es un «back to basics«. La búsqueda que emprende Zima por todo el universo lo lleva de vuelta a sus orígenes. Es como Salomón, el rey bíblico que, después de experimentar todo tipo de placer mundano, concluye que «todo es vanidad». El recorrido puede parecer fútil, pero al final era necesario recorrer el camino para llegar a la respuesta que siempre había estado ahí. Al final. Zima Blue descubre que lo que en verdad le llena es aquello para lo cuál fue diseñado, aunque sea algo muy simple.

Desde la concepción evolucionista, podemos ver en Zima Blue un arquetipo del ser humano. Según esta postura, el ser humano es producto de capas y capas de evolución, múltiples mejoras, que le han hecho olvidarse de sus humildes orígenes: una bacteria o algun tipo de microorganismo primitivo (sin entrar en detalles a nivel celular). Pero, de ser así, ¿qué propósito tenía? ¿realizar tareas simples con el mero objetivo de sobrevivir? O, más importante aún, si Zima había sido diseñado para un propósito, ¿el ser humano fue diseñado para algo? y si así fue ¿qué o quién lo hizo?

Si se descarta la figura de un Diseñador, y se admite que no hubo propósito, las implicaciónes son serias. No somos mas que el producto de un afortunado accidente. El tema no es nuevo, incluso hay una corriente filosófica que agrupa esta concepción de que la vida no tiene sentido: el nihilismo.

Por otro lado, pensar en un Diseñador que define un propósito, nos lleva fácilmente a terrenos religiosos y dogmáticos. Según la concepción, habrá una respuesta sobre el sentido de la existencia. La implicaciones de un Diseñador son igualmente serias. Me quedo con un comentario que alguien dijo en cierta ocasión: si existe y no lo sabemos, quizá nos estamos perdiendo de la verdad más importante del universo.

El hombre en busca de sentido

Sin importar la postura que te parezca mejor, parece que cualquiera te dirige a la misma conclusión: necesitamos un sentido, y si no lo hay, habrá que inventarnos uno.

En 1946, el psiquiatra austriaco Viktor Frankl, publicó sus vivencias en los campos de concentración en el libro «El hombre en busca de sentido«. Según su experiencia, los prisioneros que mantuvieron una razón para vivir, tuvieron una mayor probabilidad de salir vivos . La conclusión es que necesitamos un sentido. La fe y la esperanza parecen jugar un papel importante en la superviviencia.

Frankl dice que podemos encontrar un sentido en el amor, el completar un proyecto y sacrificarse por los demás o por una causa, entre otros. Además concluye que, a pesar del sufrimiento vivido, la vida es digna de ser vivida.

«Sabes, hijo, la vida suele ser monótona»

En 2015 enfermé de depresión y ansiedad y las cosas nunca volvieron a ser las mismas. En el año que tardé en recuperarme, una de las medidas que tuve que tomar fue eliminar contactos de Facebook. De unos 500 pasé a menos de 100 contactos. No era envidia, sino frustración. Me causaba ansiedad sentirme estancado mientras la vida de los demás seguía entre viajes, proyectos y metas.

Recuerdo que un día, platicando con mi padre sobre ese sentir y de lo desesperado que me sentía por lo que ahora se había convertido mi vida, él pronunció esta frase: «sabes, hijo, la vida suele ser monótona». A continuación pasó a narrarme cómo su vida se podía resumir en la cotidianidad, ir y venir del trabajo y hacer las mismas cosas todos los días.

Aunque no dije nada, mi interior se sentía molesto. Era como decirme: «ni modo, aguántate, así es la vida» y sencillamente no era lo que yo quería escuchar. Sin embargo, con el tiempo le he dado más valor a aquella frase y me ha parecido un gran verdad, aunque pueda ser dolorosa. Por ejemplo, si tan solo graficamos las rutas que una persona recorre a lo largo de toda su vida, resulta que, la mayoría nunca saldrá de cierto perímetro relativamente pequeño en torno al lugar donde nació. Si has tenido la oportunidad de extender dicho perímetro por un viaje a otro estado o, mejor aún, a otra parte del mundo, puedes sentirte privilegiado.

Dicen que conforme más creces, más le das la razón a tus padres. Hace poco me sorprendí contando la misma frase y experiencia de mi padre, a un amigo que sentía que estaba perdiendo el control de su vida. Curiosamente abrazó la reflexión con mucha más buena actitud que la que tuve yo con mi padre.

Conclusiones

Si al final de esta entrada sientes que mi escrito no tiene ni pies ni cabeza y que no lleva a nada, es probable que estés en lo correcto. Sencillamente tenía ganas de anotar diversos ideas acumuladas y no dejarlas escapar. Quizá en algún futuro sean la base para un artículo con mejor forma.

No todo es inútil. Puedo rescatar algunas ideas. La primera es no olvidar nuestros orígenes humildes. Sea que creas o no en un Diseñador, o en que tengamos o no un propósito, el universo nos enseña que somos seres insignificantes que solemos, con más frecuencia de la debida, cometer el error de tomarnos demasiado en serio y sentirnos demasiado importantes. Un imprevisto, tal como una catastrofe, puede barrer con cientos de vidas humanas sin incomodarse en qué tan importantes nos creamos. El mundo seguirá su curso con o sin nosotros.

La vida suele ser monótona y, a veces, esta bien. Si has logrado una vida excitante, tienes el trabajo de tus sueños o el mundo parece sonreirte, disfrútalo, quizá has trabajado duro para lograrlo y te lo mereces. Sin embargo, la vida también es a veces injusta y a menudo, pese a tus esfuerzos, las cosas no terminan como quieres. No te frustres. La verdad es que esa monotonía es el común denominador la de mayoría de las personas que han pisado nuestro planeta. Pero aún así, como decía Viktor Frankl, la vida es digna de ser vivida.

Esto no significa que debas adoptar una actitud mediocre. Al contrario, aprovecha cada momento de tu existencia. Conoce gente, rodéate de buenos amigos más que de cosas materiales. Arriésgate y date cuenta que aunque no tengas el control de todo, siempre podrás controlar la actitud que tienes ante la vida. Y siempre dale un sentido. No necesita ser el mismo a lo largo de toda la vida, pero no dejes de tenerlo. El día que le hallamos perdido el sentido a la vida será en día en que habrá dejado de valer la pena vivirla.