En una de sus más recientes entradas del boletín de correo de Honos, al cual estoy subscrito, su autor describe así su experiencia con Twitter:

Gracias a Twitter descubrí EBE y con ello a Luis, Benito y Jose Luis. Años después, rediseñé su marca y la gráfica de varias de sus ediciones. Gracias a ellos conocí a Abel, a Antonio, a Rafa, a Ana. También, por aquel entonces, conocí a un jovencísimo Manu. Gracias a él conocí a Fernando y gracias a él diseñé Aplazame. Un día Fernando me preguntó por Ana y luego ella entró en Aplazame. Años después, Ana me presentaría a Marisa, gracias a la cual ahora trabajo en Devengo y de vuelta con Fernando. En medio de esto, gracias a Twitter, Eloi conoció mi trabajo y me dio la oportunidad de diseñar mi primera aplicación para iOS. De eso hace ya 10 años y Eloi es mi mejor amigo en Barcelona. Gracias a Eloi conocí a Adrià, a Arol… gracias a ellos conocí a mucha gente en Barcelona. También por entonces y gracias a la red del pájaro, conocí a Marta y Javi. Les ayudé a montar un pequeño evento mensual sobre diseño web. Allí conocí a Arantxa, a César, a Karina… gracias a Karina conocí a Javier, y ahora me deja dar clases en su escuela.

Podría escribir párrafos y párrafos mencionando a cientos de amigos, compañeros, jefes, clientes, colaboradores… llevo un 35% de mi vida en Twitter. Un 60% de mi vida adulta. No concibo internet sin ese lugar. Sin las personas. No es el check, es la gente.

Honos

Al leerlo, me siento un tanto identificado. Lo he dicho antes, llegué tarde a Twitter porque no lo veía útil. Me uní, para ser exacto, un 22 de mayo de 2009. Los blogs todavía vivían su apogeo y no me parecía que el microbloging tuviese algo relevante por ofrecer, cuando finalmente obtuve mi cuenta, lo hice muy escéptico. Sin embargo, gracias a Twitter pasaron cosas maravillosas en mi vida, en especial entre los años 2010 y 2011. Conocí gente increíble y varios de ellos se volvieron buenos amigos. Gracias a Twitter conocí a Miguel López (y también a mi querido Duva) y por Miguel, supe de los Super Happy Dev House, a los que asistí con asiduidad varias veces. También, gracias a él, me enteré de la primera Hackspedition; un viaje que me permitió ir al corazón de Silicon Valley y conocer importantes empresas tecnológicas por un precio ridículo (pagué mi boleto de avión y algunas comidas y transporte). Recuerdo que la invitación sonaba tan irreal que, casi estaba seguro de que se trataba de una estafa, pero Miguel me convenció de que iba en serio. Además, aquel era un evento para «hackers» y me preguntaba si yo tenía un lugar ahí. Escribí a uno de los organizadores, César Salazar (que también se volvió una gran amistad) y transcribo hoy parte de su respuesta:

Desde nuestro punto de vista, ser hacker no representa un cierto nivel técnico sino una actitud y forma sustancial en la que trabajas y resuelves problemas. Creo que te sentirás identificado con el grupo.

Y así fue. Puedo decir que se trató de una experiencia increíble que cambió mi percepción de muchas cosas. Pero, sobre todo, el mayor impacto fue la interacción humana. Éramos, la mayoría, unos desconocidos que nos tratábamos por primera vez, pero que nos sentíamos conectados por los intereses en común y ese espíritu «hacker» del que tanto hablaba César. Varios nos hospedamos en hogares de norteamericanos a los que aquella noche que llegamos conocíamos por primera vez. Y ahí estábamos, unos latinos desconocidos, invadiendo su casa y su privacidad. Se respiraba un ambiente de fraternidad tan honesto, que vencía barreras culturales y raciales, y que, pocas veces será posible encontrar. En aquella ocasión, visitamos las oficinas centrales de Twitter y conocí a Britt Selvitelle, miembro fundador.

Cuando el siguiente año se organizó la expedición a Nueva York, no lo dudé en volverme a alistar. De nuevo conocimos grandes empresas y startups, e hicimos más amistades. En esa ocasión, Britt había viajado desde San Francisco y también nos acompañaba (recién había dejado Twitter ese año). Compartiría hospedaje con él y César, y con Santiago Zavala viviríamos momentos inolvidables.

Nuestro hospedaje en NY, con Jeduan, Britt y César. Copyright. Santiago Zavala

Aunque yo no me subí al tren de las startups que surgiría inmediatamente después en México, y que definitivamente marcaron el inicio de una nueva era y un nuevo ecosistema en el país, me siento privilegiado por ser un humilde testigo ocular de aquellos momentos.

Los nombres y las anécdotas podrían continuar. Evidentemente también hubo cosas que salieron mal y amistades que se perdieron en el camino. Eventualmente, el paso del tiempo y el cambio de circunstancias ha hecho que me distancie presencialmente de muchos de aquellos amigos y contactos, aunque intento por diversas redes sociales o, a veces, incluso por las noticias, mantenerme al pendiente de ellos y sus logros. Aunque los veo poco, les guardo un sincero cariño y aprecio.

Cada uno de aquella generación tendrá su propia versión, pero parece que varios coincidimos en que, en algún punto, a medida que la red creció y se unió gente con antecedentes más diversos, la «personalidad» de Twitter cambió y perdió su atractivo original. Se unieron más empresas, celebridades y políticos y, si bien al principio parecía positivo, un efecto colateral fue que se comenzaron a formar bandos y polarizaciones mucho más marcadas. En mi caso, a esto se sumó mis problemas de ansiedad en 2015, que me obligaron a alejarme, desconectarme, al menos por un tiempo de todas estas interacciones.

En la actualidad, Twitter no solo me parece poco interesante, sino que ha llegado a convertirse en un ambiente tóxico y estresante. Debes andar con cuidado por lo que escribes y el enfrentamiento puede estar a un tuit de distancia. Mi sentir respecto a cómo cambió Twitter se parece al que expresaba Edward Snowden con respecto a el Internet de los 90’s:

En la década de 1990, internet aún no había caído víctima de la mayor injusticia en la historia digital: el movimiento protagonizado por Gobiernos y empresas para vincular lo más íntimamente posible, el personaje online de un usuario con su identidad jurídica offline. Antes, un niño podía conectarse un día y soltar cualquier tontería muy gorda sin tener que rendir cuentas por ello al día siguiente. Quizá no parezca el entorno más sano imaginable en el qué crecer, pero es precisamente el único entorno en el que es posible crecer. Con esto quiero decir que las oportunidades de disasociación que nos dio el primer internet fomentaron en mí y en la gente de mi generación, la capacidad de cambiar nuestras opiniones más enraizadas, en vez de limitarnos a ahondar en ellas y defenderlas cuando alguien las ponía en entredicho. Dicha capacidad de reinvención suponía no tener que cerrarnos de mente y elegir un bando, ni cerrar filas por miedo a hacer un daño irreparable a nuestra reputación. Los errores que se castigaban con rapidez, pero se rectificaban con igual rapidez, permitían avanzar a la comunidad y también al «infractor». Para mí, y para muchos, eso significaba libertad.

Vigilancia permanente, Edward Snowden

Con la reciente adquisición de Twitter por Elon Musk, el futuro de la red social es una gran incógnita. Musk tomó el control y, de inmediato, cortó cabezas y despidió una gran cantidad de empleados. A los sobrevivientes les ha suspendido el trabajo remoto y les advierte que tendrán que trabajar a marchas forzadas. No sorprende, es el mismo estilo maquiavélico que ha ejercido en sus otras empresas. Entre sus objetivos principales están los de hacer rentable a la empresa, permitir una mayor libertad de expresión y combatir los bots de spam. No suena tan mal, pero tratándose de una persona tan competitiva, que no duda en el enfrentamiento frontal con sus detractores, habrá que ver lo que esa libertad de expresión significa. Además, la lección de Facebook y Cambridge Analytica dejó claro que las redes sociales pueden convertirse en excelentes herramientas para manipular a la población en la política, por ejemplo, y algunos nos preguntamos si Elon Musk no acabará dándole un uso parecido a esta red social.

Otra posibilidad es que sencillamente Twitter fracase. El mismo Musk no descarta la posibilidad de ir a la quiebra. A diferencia de la opinión de Honos, en este momento la desaparición de Twitter tendría poco impacto en mi vida. Mi dependencia a las redes sociales es mínima. Rara vez escribo en Twitter y no elimino la cuenta porque la uso como un «termómetro» social. Exploro las tendencias de vez en cuando y reviso cada que suena la alerta sísmica u ocurre algún accidente a mis alrededores para indagar qué tanto se habla del asunto. No creo que el fin de Twitter sea el fin del microbloging, así es que con seguridad creo que otra red social eventualmente ocupará su lugar. De ser así solo me restará darle las gracias. Gracias por aquellos momentos y gente maravillosa que pude conocer a través de Twitter.