Blágora nació como un proyecto personal en 2006, en pleno auge de los blogs. El título es invención mía, resultado de unir la palabra blog con ágora. Esta última proviene de un verbo griego que significa «reunir» o «juntar». Las ágoras eran lugares públicos, como plazas o mercados, donde la gente de las ciudades griegas solía reunirse para conversar. Fueron semilleros de grandes ideas y el corazón de la vida social y pública, contribuyendo a la formación de la Grecia intelectual que hoy se considera la cuna de la civilización occidental. La mejor conservada actualmente es el Ágora de Atenas.
En su momento, Blágora también pretendía convertirse en un punto de encuentro en el ciberespacio para compartir y debatir ideas. La realidad es que nunca llegó a ser tan relevante, ni tampoco fue concebida con la intención de generar ingresos económicos. Con el tiempo descubrí que Blágora se trataba más de mí, y que yo era su principal lector. Escribir aquí me resulta catártico y constituye un ejercicio de autoexploración. Con frecuencia regreso a hurgar entre las entradas y me sorprende descubrir cuánto ha cambiado mi forma de escribir y de pensar.
Si estás aquí, eres bienvenido a este pequeño rincón de mi ser.