Salgo de la Terminal 2 del AICM el día miércoles 10 de mayo a las 00:40 hrs. Después de casi 15 horas de vuelo, llegamos a la Terminal 1 del aeropuerto de Narita a las 6:20 am del día jueves 11 de mayo, efectivamente ¡hemos perdido todo un día! De aqui en adelante tengo que recordar que vamos 15 horas más adelante que Ciudad de México y que, por lo general, cuando es de día aquí es de noche allá y viceversa, así que debo tenerlo en cuenta cuando le escribo a mi familia.
Somos un grupo de 48 inexpertos en una ciudad e idioma desconocidos, nos tardamos un poco pero finalmente en unos tres horas hemos logrado completar las tres misiones que se nos han encargado: canjear nuestro JR Pass (que nos permitirá usar el Shinkansen por una semana), obtener una SIM card para disponer de un plan de datos durante nuestra instancia (algunos optaron por una eSIM que da ciertas ventajas y suele ser más barata) y finalmente obtener una SUICA o PASMO card, una tarjeta de prepago recargable que funciona como dinero electrónico y que sirve, entre otras cosas, para pagar el transporte público (existen más disponibles pero casi todas son totalmente compatibles, en el viaje algunos también usaron la ICOCA).
En mi caso, que preferí no llevar yenes, también tuve que retirar un poco de efectivo en alguna ATM, por lo general el retiro era de 20,000 yenes más 220 yenes de comisión a un tipo de cambio que en la mayoría de las compras con tarjeta siempre osciló entre 0.13 o 0.14 pesos por yen. Ahora si salimos de Narita y nos dirigimos al hotel en Asakusabashi.
El templo Sensō-ji de Asakusa
Es muy temprano para el check-in así que dejamos nuestras maletas en el resguardo del hotel y salimos a caminar hasta el templo de Asakusa.
En Japón las dos religiones predominantes son el sintoísmo y el budismo. Principalmente entre estas dos encontraremos con frecuencia un sincretismo que parece llevarse bien y no será raro encontrar presencia de ambas religiones en el mismo punto.
Más adelante en el viaje, un guía nos explicará que a los centros religiosos sintoístas se les llama santuarios y que los identifica a la entrada una puerta torii, a los centros budistas sí se les llama templos y a la entrada los identifica una puerta sanmon.
Este es un templo budista. En estos por lo general las figuras de buda estarán presentes, pero algo que se ve con frecuencia en santuarios y templos es que en la parte más recóndita habrá solo un altar sin una deidad predominante. Esto puede resultar un tanto desconcertante para el religioso de occidente.
En su lugar encontramos toda una serie de ritos destinados a la suerte. Un escenario típico es el siguiente: a un costado del recinto, en el patio, habrá una fuente para purificarte: se moja la mano derecha, luego la izquierda, se sorbe un poco de agua para enguajar la boca y se escupe. Se camina al altar del templo, ahí se hace una inclinación como reverencia y se arroja una moneda adentro de una caja, se aplaude dos veces son las palmas a la altura de tu cara (antes se tocaba una campana que estaba cerca del altar), con las manos juntas y una reverencia se hace una oración (según nos dijo una guía, no se va a pedir buena suerte, se va a agradecer por las cosas buenas que se han tenido). Después se da media vuelta y se retira. A la salida habrá una tiendas para comprar amuletos diversos que se pueden dejar colgados en algunas zonas del templo. Hay ciertos rituales donde se obtiene un papel que te dice tu suerte. Si es mala, tienes que dejarla amarrada en el templo. También puede haber en el centro del patio lugares donde se quema incienso y la gente acude ‘jala’ con su mano un poco del humo para echarlo sobre su cabeza.

Aqui nos dejan libres y vamos curiosear por las calles y buscar algo de comida. En mi caso fue una de las más memorables del viaje, una tabla de nigiris que incluye su sopa miso y té verde por un total de 1300 yenes, unos 170 pesos mexicanos.

Akihabara: capital mundial del manga y el anime.
De regreso hacemos nuestro primer recorrido por Akihabara, lugar que frecuentaremos seguido donde puede uno encontrar de todo, principalmente artículos electrónicos, videojuegos, manga, anime con sus respectivas figuras. Conocemos la tienda Yodobashi Akiba y por todos lados hay anuncios de «The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom«, que esta a punto de salir a la venta.

En el lugar también abundan establecimientos de juguetes sexuales y los maid cafes, estos últimos, lugares donde chicas cosplay en ropa de sirvienta francesa te atenderán y ejecutará algún show sexy. La extraña relación del japonés con el sexo y las relaciones (o quizá mejor dicho, con su falta de) se volverá una constante. Ese mismo día, a las afueras del hotel encontraremos «damas de compañía» paradas cerca de la estación. Algunas ni siquiera viste provocativamente, algunas son mujeres arriba de sus treinta cuya única razón que causa sospecha es que estén paradas ahí, repartiendo discretamente un paquete de kleenex con una tarjeta de contacto.

Se supone que la mayoría de las veces el «servicio» solo incluye salir a comer o tomar alguna bebida y platicar a cambio de una tarifa. No sé hasta donde más pueda llegar, pero para el japonés promedio parece ser que una plática con una mujer ya es suficientemente excitante. Puesto que el primer paso siempre es platicar, eso implica muchas veces saber hablar japonés y por ello en su mayoría el extranjero queda fuera, aunque eso no impide que muchas de ellas te coqueteen. Y no hay que olvidar la cantidad de turistas hombres que tienen entre sus fantasías fetichistas a las japonesas.
Cena por la noche en Asakusabashi.
Camino de regreso al hotel, comprobamos lo que se dice de Japón y algunas frutas: son desproporcionalmente carísimas. Una pequeña porción de uvas que quizá apenas supere el cuarto de kilo cuesta 4980 yenes, unos 650 pesos. Para mi el kilo del Sam’s a 150 pesos ya es una grosería. En este viaje habrá pocas frutas y en porciones mínimas. Algo que valorar de nuestro país.

Ya en el hotel hacemos check-in y ocupamos nuestras habitaciones. Mi roomie es Enrique, un veterinario a todo dar que se volverá mi hermano del alma. Su personalidad desinhibida y su alegría le vienen bien a este tipo preocupón y tímido que siempre requiere rodearse de gente con esa chispa para funcionar y divertirse. Sin embargo, mi roomie esta lejos de ser un tipo superficial, tiene una plática inteligente, sabe escuchar, hace ejercicio y toca el piano.
Aunque estoy lleno, acompaño a Enrique y a otros a cenar cerca del hotel. Vamos a un barcito a tomar cerveza acompañada de brochetas hechas de menudencias (piel de pollo frita, mollejas y no sé qué más). Las brochetas no están mal pero tampoco son mis favoritas. La cerveza nos gusta mucho.

Nos vamos a dormir, mañana Enrique tiene planes de salir temprano a correr y yo de ir a caminar, veremos si el jetlag no los permite.