¿Todavía vale la pena la universidad?

Al parecer la necesidad pospuesta de replantearnos los modelos educativos ha sido retomada aceleradamente con el asunto de la pandemia. El modelo prusiano del siglo XVIII, que sigue presente en la escuela tradicional, continuamente es objeto de crítica, principalmente argumentando que limita el espíritu creativo. La memorización y la repetición sistemática, ideales para formar trabajadores y soldados en la revolución industrial, ya no parecen tan importantes en un mundo globalizado y saturado de información, que por cierto está al alcance de un clic, y donde los empleos sucumben ante la automatización y la inteligencia artificial.

En mi corta experiencia tratando de ayudar a familiares y conocidos, siempre he sentido que, con las posibilidades actuales, es muy factible reducir tiempos, costos y esfuerzos a fin de conseguir por lo menos el mismo resultado, si no es que uno mucho más apegado a las necesidades actuales. El principal obstáculo, desde mi punto de vista, suele ser el lograr convertirse en autodidacta, lo que la mayoría de las veces suele implicar desconectarse del modelo educativo que traemos, aprender a administrar tu tiempo, ser autodisciplinado y conseguir un entorno que de forma natural favorezca el aprendizaje. Los profesores y compañeros de estudio, e incluso las aulas, siguen desempeñando un papel importante, pero ya no indispensable.

En este episodio de «Patriota no deseado» (Patriot Act), una serie que a veces disfruto mucho, Hasan Minhaj analiza con su ácido humor la cuestión de si es valioso conseguir un título universitario hoy. Su respuesta es un rotundo sí, fundamentado en que sigue siendo la mejor herramienta de movilidad social que existe para que un ciudadano consiga salir de la pobreza y eleve su nivel de vida. Yo por mi parte, difiero ligeramente o al menos no lo asevero con tanta contundencia. No sé si sea una diferencia entre países, pero al menos en México, un título universitario ya no te asegura nada. Y con esto quiero decir que si tu título es la única arma con la que piensas salir a conseguir un empleo sencillamente no será suficiente. Hasan mismo expone lo que no es ningún secreto: la mayoría de los billonarios de la actualidad, no terminaron su carrera. Pero no nos engañemos, estas personas son la excepción más que la regla. Afortunadamente, creo yo, cada vez es más común que te contraten por lo que sabes, que por lo que dice un papel.

De pronto, regresando al video, los estudiantes descubren que en Coursera o Edx pueden obtener los mismos resultados por una cantidad ridícula comparada con los 55 mil dólares que les cuesta su colegiatura. Por muy noble que resulte el oficio de la enseñanza, estos descubren que la educación también es un negocio. Aunque esto es absolutamente cierto en Estados Unidos, donde acudir a una universidad pública involucra un fuerte desembolso, en México no estamos muy alejados de esta realidad. Pero más que decepcionarse y darse por rendidos, entender esta verdad nos permite plantear la pregunta correcta: si la educación es un negocio, ¿estoy obteniendo lo mejor por lo que estoy pagando?

Lamentablemente, cuando Hasan desnuda las universidades en Estados Unidos, descubre con tristeza que el porcentaje de dinero que se destina a los profesores resulta muy inferior comparado con lo que se destina a pagar administrativos, comenzando por el director. Las dotaciones, es decir, el dinero u activos financieros que se donan a las universidades, y que constituyen riquezas enormes, se invierten en conceptos muy cuestionables. Y dado que la universidades están más cerca de parecer una entidad corporativa que una institución académica, gran parte de los recursos se concentran en lo que constituye su mayor prioridad: perseguir a los niños adinerados y consentirlos con campus llenos de comodidades y parques infantiles. Evidentemente esto trae como consecuencia que a las familias con menos recursos o los jóvenes que trabajan para pagar su educación cada vez les resulte más difícil pagar una colegiatura. Las universidades cada vez son más caras y el producto está empeorando.

Parece que la pandemia está ayudando a muchos abrir los ojos. Nadie tiene idea de cómo será la educación universitaria y el regreso a clases después de todo esto. Sin embargo, creo que, con algo de optimismo, este momento bien podría resultar una oportunidad para redefinir la educación de forma significativa.