La prosa narrativa de la Biblia hebrea […] cultiva ciertos enigmas profundos e inquietantes, se deleita en dejar a su público adivinando sobre los motivos y las conexiones, y, sobre todo, le encanta establecer ambigüedades entre la elección de palabras y la imagen en una interacción interminable que resiste una resolución clara.
Robert Alter. La Biblia hebrea: una traducción con comentarios.

Me he vuelto un entusiasta lector de Robert Alter y su análisis literario del Antiguo Testamento. El texto sagrado esta tan lleno de curiosidades que es inevitable que continúe siendo fascinante hasta nuestros días. El aspecto literario no es la excepción. Un caso sobresaliente es el uso constante de partes del cuerpo para referirse en forma de metáfora a otro tipo de nociones, lo que le otorga una belleza exquisita.
Un claro ejemplo es la mano, que en el texto hebreo con frecuencia se usa para referirse a nociones como el poder, el control, la responsabilidad y la confianza. En los últimos capítulos del Génesis, concretamente del 37 al 50, y vistos desde esta óptica, la mano parece adoptar un protagonismo tan importante que incluso rebasa al patriarca Jacob y su familia, planteando una especie de historia paralela y subyacente donde los personajes de carne son solo herramientas para un propósito mucho más superior y profundo. La mano es ese poder o autoridad que se gana y se pierde, que cambia de dueño y que se reivindica. *
A grandes rasgos el relato trata de la historia de José, el hijo de Jacob, y la serie de eventos que lo conducirán a Egipto, primero a él y al final también, a toda su familia, misma que se convertirá en la nación de Israel. El telón se cierra dejando el relato preparado justo para el siguiente libro: el Éxodo.
Aqui es donde Robert Alter explica que muchas versiones de la Biblia cometen el error de usar la traducción como un vehículo para explicar, más que representar el mensaje original en otro lenguaje. Algunas de estas versiones, en el caso del relato citado, sustituyen estas metáforas por otras expresiones modernas que quizá resulten más familiares y digeribles al lector, pero que sacrifican gran parte del sentido literario del texto y hasta lo debilitan. Por otro lado, si uno acude a una versión que ofrezca un buen balance entre conservar el sentido literal a la par de una buena traducción, la belleza del relato se magnifica.
Pensemos en el uso de la mano más evidente en este relato, «la mano de Dios«, que ejerce su poder y autoridad para conseguir lo que él desee. José, el hijo amado de Jacob, tiene enigmáticos sueños que insinúan que jugará un papel importante en el futuro. Curiosamente su destino de inmediato se vuelve trágico: termina vendido por sus hermanos como esclavo a Egipto, es acusado injustamente de intentar violar a la esposa de su amo Potifar, un oficial de la corte del Faraón, y termina finalmente en la cárcel. Sin embargo el relato dice que Dios hacía «que todo lo que [José] efectuaba tuviera éxito en su mano«. Esta aparente serie de injusticias son solo el mecanismo que conducirá a José al puesto que sus sueños profetizaban, pero en el fondo apunta a algo mucho más trascendente en los planes divinos.
La prisión, pone a José en contacto con el copero del Faraón quien purga una condena. José, quien goza del favor de Dios, le interpreta al copero un sueño y le dice que será devuelto a su puesto ante Faraón, cosa que efectivamente sucede. Luego, Faraón tiene unos sueños que le angustian y por consejo del copero manda a traer a José para que se los interprete. Uno de dichos sueños es el famoso de «las vacas flacas», expresión que se conserva hasta nuestros días para expresar un periodo de escasez y crisis económica. El significado de los sueños es que se avecina un hambre terrible y por tanto, Faraón debe apresurarse a reunir todo el alimento posible. Impresionado por la sabiduría de José, el Faraón lo pone a cargo de dicha misión, se quita el anillo de sellar de su mano y lo pone en la mano de José, nombrándolo segundo en autoridad. Los sueños de juventud de José parecen ahora tomar forma y lo que ocurre a continuación le disuelve todas las dudas.
El hambre se extiende más allá de Egipto y alcanza las tierras donde moran Jacob y el resto de los hermanos de José. Ahora estos llegan a Egipto en busca de alimento. José los reconoce de inmediato, pero ellos no reconocen a José puesto que han pasado algunos años y además ahora él viste, se arregla y habla como egipcio. Para comprobar si sus hermanos han cambiado, José pone en marcha una hábil treta que pone a sus hermanos en apuros pero al final deja ver su sincero arrepentimiento. José finalmente no logra contenerse, les revela toda la verdad en medio de lágrimas y hay un feliz reencuentro de toda la familia que es mandada a traer a Egipto mientras concluyen los últimos años de hambre. Al ser un texto religioso, queda claro que la intención es revelar un plan divino detrás de toda esta historia: Dios da el poder y la autoridad a quien él elija y establece el mecanismo para cumplir su propósito y sus promesas. Su mano esta presente en todo momento.
Otras expresiones alusivas a la mano aparecen a lo largo del relato. Cuando los hermanos de José conspiran para intentar matarlo, Rubén, el hermano mayor, intenta librar a José «de las manos ellos» y les pide que «no pongan sobre él mano violenta«, es decir, que no se hagan culpables de asesinato. Cuando sus hermanos desisten y lo venden como esclavo, indican que se han librado de toda culpa o responsabilidad al decir «no este nuestra mano sobre él«. En casa de Potifar, este le pone a José toda su casa «en su mano«, es decir le cede el control completo y José repite lo mismo cuando la esposa de Potifar intenta seducirlo: mi amo ha puesto todo en mi mano, excepto a ti.
Otras interesantes referencias aparecen en un relato un tanto perturbador que irrumpe la historia de José, pero que visto desde la óptica de «la mano» parece tener sentido. Judá, otro de los hijos de Jacob, se acuesta con su nuera Tamar (por cierto, el relato incluye la historia que dio origen al término onamismo) y después pretende darle muerte. Pero gracias a que Tamar conservar como garantía una serie de objetos que Judá portaba en su mano, logra finalmente conservar la vida. De este suceso, Tamar acabará dando a luz gemelos. Durante el parto, uno saca la mano pero la vuelve a meter y es su hermano el que termina saliendo primero convirtiéndose así en el primogénito, lo cual en aquel tiempo jugaba un rol muy importante; pero en este caso lo es aún más, puesto que el primogénito en cuestión resultará ser Pérez, el antepasado del mismísimo rey David y por tanto también de Jesucristo (el Mesías para los cristianos).
Incluyo por último dos ejemplos más, aunque el uso del término abunda en muchas más partes del relato. José tiene dos hijos: Manasés y Efraín. Cuando los lleva a bendecir con su ya casi ciego padre Jacob, este se equivoca y pone su mano derecha sobre Efraín, el hijo menor, y su mano izquierda sobre Manasés, el primogénito (la mano derecha tenía prioridad sobre la zurda, por tanto le correspondía al primogénito). Pero no es una equivocación, sino un destino que Jacob en términos proféticos pronuncia al decir que «el menor llegará a ser más grande que el mayor». Por último, en su lecho de muerte, Jacob manda a llamar a José y le pide que le prometa que no lo enterrará en Egipto, sino que lo llevará a la tierra de sus antepasados. Para ello le pide a José que coloque su mano debajo de su muslo (Alter sugiere que la mano se ponía cerca de los genitales o que incluso podía implicar sujetarlos), una postura que al parecer se adoptaba ante los juramentos, pero que a la vez indicaba sujeción a quien se le consideraba una autoridad. Cuando su padre muere, José cumple su voluntad.
El concepto de la mano con esa idea de poder o control que con frecuencia esta un nivel arriba de los seres humanos, continúa muy presente hasta nuestros días. Por ejemplo, en el siglo XVIII, Adam Smith acuñó el término de «mano invisible» para referirse a una idea que con frecuencia se suele interpretar como las supuestas fuerzas reguladoras que permiten establecer un equilibrio en una economía de libre mercado, aunque artículos como este indican que esa no solo es una visión simplista, sino hasta equivocada de lo que Smith quería decir.
La lista de ejemplos abunda y podría continuar indefinidamente. Queda claro que la metáfora es tan sutil como práctica , que ha sobrevivido al paso del los tiempos.
* La propuesta tiene un parecido a la expuesta por Borges en «El sueño de Coleridge» (Jorge Luis Borges, Otras inquisiones). Los seres humanos son solo individuos con fecha de caducidad, la ideas, por el contrario, sobreviven al paso del tiempo. Ese espíritu de las idea puede verse como un caballero omnisciente que se vale de los los escritores para persistir en el tiempo.