Tres propósitos para 2019

Quiero empezar aclarando algo: esto no es la clásica lista de deseos. No hay nada mal con ello, de hecho espero que tengas una y que incluya cosas como la dieta, el ejercicio, viajar y aprender. Lo que quiero proponerte aquí es algo distinto. Son tres sencillas cosas que a mi consideración le urgen a la humanidad y que el día de mañana podrían volverse hasta indispensables.

1. Cultiva una planta.

Combatir la ansiedad y el sedentarismo de mi trabajo desde casa, junto con el intento de reducir costos y ser autosuficiente en algunos productos del campo me llevaron a tratar de tener un huerto. No lo conseguí, pero descubrí que todos podemos y deberíamos de intentar cultivar algo en casa así sea decorativo o comestible. No solo por moda, como reportaron algunos mercados de plantas en 2018, sino también para valorar el alimento.

Una de las cosas que más te asombra cuando cultivas es el poder prolífico de las plantas al grado de pensar que es su única misión. Semilla, tierra, agua y sol; receta simple. La combinación de estos ingredientes resulta en productos de propiedades poderosas. Luego, en algún punto, te das cuenta de lo frágil que puede ser romper el equilibrio.

En este momento me declaro un sembrador entusiasta que encuentra placer y distracción sembrando y experimentando con plantas de todo tipo. Gozos y decepciones, aprendizaje a prueba y error. No he alcanzado la autosuficiencia y me queda claro que no lo conseguiré. Tampoco parece justo el tiempo y recursos invertidos, pero siento que ha valido toda la pena. No solo he aprendido mucho, también ya no veo con los mismos ojos esa porción de ensalada que se va a la basura o el par de vegetales arrugados que han quedado olvidados en el refrigerador esperando podrirse. Cultivar ha ampliado mi visión sobre los productos que nos llegan a la mesa y, con algo de perspectiva, uno consigue opiniones más imparciales y realistas sobre los mercados locales, los alimentos orgánicos y hasta los transgénicos.

2. Reduce desechables, recicla más.

El manejo de los desechos al final de una fiesta debe ser una de las cosas más ineficientes que hacemos los humanos: iniciamos con un par de paquetes de platos y vasos desechables y terminamos con dos enormes bolsas de basura. Hace algunos años encontré en el ejemplo de una familia una práctica y sencilla solución: antes de tirar hay que volver a separar. En una bolsa se tiran los desechos de comida y en otra se vuelven a colocar apilados y ordenados los desechables. Por engorroso que suene, un par de intentos bastan para darse cuenta que el procedimiento es sencillo y vale la pena.

¿Pueden creer que existen familias que usan diario utensilios desechables para evitarse lavar trastes? Algunos lo justifican diciendo que se ahorra agua. Los desechables podrían ser un ícono perfecto del capitalismo: son baratos, nos ahorran tiempo y nos hacen la vida más sencilla. Desafortunadamente también se han vuelto un problema. Especialmente porque su tiempo de uso es mínimo pero su tiempo de desintegración puede medirse hasta en siglos. En lo que se producen alternativas más amigables con el ambiente, debemos limitar su uso lo más que se pueda. Hay muchas cosas que se pueden hacer; dependerá del lugar y las circunstancias de cada persona poder implementar unas u otras, pero cualquier idea que vaya en esa dirección es bienvenida.

En mi caso, hace un año me hice de platos y vasos reutilizables que usamos en las fiestas familiares. En términos económicos puedo decir que la «inversión» se ha recuperado, pero a la vez me da gusto poder reducir un poco las cantidades obscenas de basura que generamos a diario en la ciudad. También he ido adoptando medidas para reducir bolsas de plástico y desechables que te dan cuando compras tu comida. Además, en casa reciclamos el papel, el aluminio y el PET. Los desechos orgánicos a veces los utilizamos para la composta de las plantas. Implementar estas medidas parece difícil al principio pero pronto se ven los beneficios. Pese a ello no faltará quien te diga que no conseguirás nada si los demás no lo hacen. No te des por vencido. Estoy convencido que pronto seremos mayoría, no solo porque sea optimista, sino también porque quizá mañana ya no nos quede de otra.

3. Aprende de manera diferente.

Después de leer «21 lecciones para el siglo XX1» y continuar con «!Sálvese quien pueda!», me parece que una de las mantras que resuena con más intensidad en mi cabeza es: «Nunca dejes de aprender». Aunque la frase suena obvia y podría ser válida en cualquier época, hay algunas situaciones peculiares de nuestro tiempo que la hacen especial.

La educación ahora mismo es motivo de debate pues, aunque casi todos estamos de acuerdo que los modelos escolares están quedando obsoletos, no resulta tan claro cómo deberían de ser los nuevos. Por ello quizá no sorprende la cantidad en aumento de padres que están buscando alternativas a dichos modelos. Por ejemplo, la memorización era muy apreciada en años pasados, pero no parece ser la respuesta más adecuada en un mundo donde tenemos exceso de información y actualizaciones continuas. Por si fuera poco, las profesiones se están volviendo multidisciplinarias, otra razón por lo que ya no basta aprender de memoria. Además, si nunca queremos dejar de aprender, vamos a necesitar también de habilidades para manejar la frustación y otras emociones que son producto del ritmo acelerado que vivimos.

¿Qué te propongo? Que pruebes con nuevas formas de aprender. No importa si eres estudiante o una persona de 80 años. ¿Has probado aprender algo mirando videos de YouTube? ¿Has probado un curso en linea en plataformas como Coursera o Edx? ¿Has probado leer más libros electrónicos o audiolibros? El darles una oportunidad te hará ver que tenemos algunos obstáculos mentales que quieren continuar haciendo las cosas de la misma manera. Es el resultado de una especie de molde (que tuvo su razón de ser) al que fuimos acostumbrados. Quien se resiste, por ejemplo, a dejar los libros físicos quizá nunca descubra las bondades que ofrecen los nuevos formatos.

Estamos a tiempo. El mayor miedo de la automatización no es que te quedes sin trabajo (eso hasta podría ser una bendición), sino el que te vuelvas irrelevante.