Van dos veces que sueño la siguiente historia. Ambas versiones no fueron idénticas pero sí bastante similares. En ambas me encuentro caminando por algunas calles de la colonia donde vivo y de pronto me topo en una calle, medio escondida, un negocio que vende sushi. En una colonia tan pueblerina y tradicional como la mía, donde lo más exótico que tenemos es la comida china, esto por sí mismo es una rareza.
Por el contrario, yo amo el sushi y no puedo evitar detenerme a husmear el lugar, revisar la carta y probarlo. El local en ambos casos es chico y muy colorido, quizá parecido a un food truck pero no lo es. Hay una barra y algunos bancos altos. Me pido algo y resulta ser bastante bueno, como siempre, termino disfrutando cada bocado e ignorando mi alrededor hasta que alguien me llama.
Se trata de una chica, en ambos casos morena y bien formada, quizá algo afroamericana pero definitivamente latina y de cabello corto. No recuerdo lo que dice, solo el cómo lo dice. Su lenguaje corporal es evidentemente sexual. Viste short y blusa de tirantes. Tiene la pierna cruzada y se acaricia el cabello mientras me mira a los ojos. Todo es un esterotipo. Yo solo quiero disfrutar mi sushi, ella seguro quiere más que solo platicar. Me siento profundamente incómodo.
Despierto.