Mírame a los ojos

La lámpara del cuerpo es el ojo: así que, si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo será luminoso. Mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la lumbre que en ti hay son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?

Mateo 6:22-23 (Reina-Valera Antigua)

Que «los ojos son la ventana del alma» es una frase increíblemente cierta. Tan cierta que parece que nadie sabe con certeza quién fue el primero en pronunciarla. Tan cierta que aunque suena un tanto exagerado el otro día oí que hablaban de un señor ya grande que con solo mirarte a los ojos podía saber mucho de ti. No pude evitar pensar en mis ojos delatores que a veces hablan de más sin que yo lo desee. «Una mirada dice más que mil palabras»

Por eso a veces no me gusta mirar a los ojos. Porque es sencillamente decir demasiado. De vez en cuando observo disimuladamente a la gente que me rodea. Abundan las caras serias y alargadas. Con frecuencia me llaman la atención esas miradas de los «chicos malos» de la colonia que parecen estar peleados con el mundo y que cuando miras fijamente solo esperas el momento en que te digan «¿Y tú que me ves?».  ¿Y qué veo? Casi siempre es lo mismo: problemas. Solo son fachadas desquebrajadas intentando esconder personalidades frágiles con dificultades para convivir, las supuestas víctimas de algún error del pasado. No intento salvarlos, ni cambiar sus vidas, solo trato de entender y ponerme un poco en su lugar.

A veces me divierto viendo las miradas de los demás, las tímidas, las coquetas, las morbosas y pecaminosas. Algunas tan buenas que no puedo evitar asomar una ligera sonrisa. Como el ligue en el metro a base de miradas, o el que se come a otra persona con la pura mirada. Claro que lo gracioso se acaba cuando tu eres el objeto del deseo. Dependiendo de las circunstancias me puedo poner serio o nervioso. Ayer en la noche un señor en el metro me hacía «ojitos» levantando las cejas. No pude evitar soltar una sonrisita de «hasta crees» y con otros se convierte en «gracias por el halago, pero paso».

¿Nunca jugaron el juego de quién aguantaba más la mirada? Como los duelos del viejo oeste, solo que en aquí en lugar de pistolas solo se cuenta con el poder de tus dos ojos y pierde el que retire la vista primero. Nosotros solíamos jugarlo con mi madre de pequeños y prácticamente siempre nos ganó. Es el poder de una mirada, el valor de sostenerla fijamente. Increíble. «Miradas que matan» dirían por ahí.

Según los expertos, no mirar a una persona sugiere rechazo, prepotencia. No es mi caso. En mi caso se trata de no hablar de más y vaya que tengo que hacer un esfuerzo. Sé que a veces hago mal. Pero así pecamos con los ojos; cuando nos retenemos de decir tantas cosas necesarias. ¿Y saben qué?

… a veces presiento que por eso mi castigo será quedarme ciego.

«El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada.» Gustavo Adolfo Bécquer